La sabiduría de los pueblos y comunidades indígenas es una herencia milenaria, transmitida por los y las abuelas de generación en generación, que forma parte de su sistema de vida vinculado con su espiritualidad, identidad, prácticas, economía y su cultura. Este es el tema del panel “Saberes ancestrales: Aportes de los pueblos indígenas para reducir el impacto del cambio climático”, convocado por la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques (AMPB) en el marco de la Semana del Clima de Nueva York, Estados Unidos. El objetivo del espacio es transmitir las experiencias y vivencias de las comunidades y pueblos indígenas de la región mesoamericana desde sus saberes ancestrales en favor de la lucha contra el cambio climático.
En el evento, celebrado en la sede del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Manhattan, participaron:
- Salina Sanou, Directora adjunta de IPARD y Directora Regional para África y Asia en la Fundación Indígena FSC (Moderadora)
- Briseida Iglesias, Delegada Coordinadora de Mujeres Líderes Territoriales de Mesoamérica – Red de Mujeres Bundorgan (Guna, Panamá)
- Levi Sucre, Coordinador AMPB (Bribri, Costa Rica)
- Sara Omi, Presidenta Coordinadora de Mujeres Líderes Territoriales de Mesoamérica (Emberá, Panamá)
- Pamela McElwee, Profesora en el Departamento de Ecología Humana de la Escuela de Ciencias del Ambiente y Biología de la Universidad Rutgers, autora principal en IPBES
Los saberes ancestrales en la dinámica climática
Los pueblos indígenas saben mucho de la dinámica del clima, el comportamiento de la biodiversidad y de los recursos naturales en relación directa con las variaciones climáticas. Esos conocimientos y experiencias acumulados a lo largo de su existencia, son de gran utilidad para la gestión de sus actividades productivas, pues diseñan estrategias adecuadas para resolver sus necesidades de subsistencia como familia y comunidad; así como también para tomar decisiones a nivel social y cultural. Para los pueblos indígenas, la pérdida de bosques y el despojo sus tierras se constituye en la disminución de sus posibilidades de sobrevivencia, ya que el bosque y el territorio constituye su hogar y les provee de alimentos, medicinas, materiales de construcción, leña, agua y todos los elementos materiales y espirituales que aseguran el mantenimiento de la vida de la comunidad a largo plazo. La degradación del bosque trae consigo la desnutrición, el aumento de las enfermedades, la dependencia, la aculturación y, en muchos casos, la emigración y la desaparición de la propia comunidad.
¿Cómo se percibe el territorio desde los saberes ancestrales de los pueblos indígenas?
Como parte de la filosofía milenaria de los pueblos, el territorio es un todo y una entidad viva con espiritualidad y carácter sagrado propio, que les brinda seguridad para la supervivencia continua, así como alimentos, vestimenta, medicina, combustible y todos los materiales necesarios para la existencia. Hombres y mujeres dependen del bosque para la satisfacción de la mayoría de sus necesidades de subsistencia por eso deben de cuidarla y amarla como la vida misma.
Actualmente, la penetración de la economía de mercado ha obligado a las poblaciones locales a sobreexplotar los bosques, lo cual significa una grave amenaza para su subsistencia. Este es un factor antrópico más, que contribuye a la crisis climática.
Surge entonces la pregunta, ¿qué hacer?
Y la respuesta inmediata es: es clave y urgente generar estrategias de adaptación basado en los saberes y conocimientos de los pueblos indígenas de Mesoamérica con un enfoque de género e interculturalidad, que contribuyan a promover la equidad social y de género, sin perder de vista que, para garantizar la permanencia de estos conocimientos y saberes, se les debe dar un reconocimiento real a dichos saberes, además de que es urgente garantizar la protección de sus derechos como sujetos de derechos y a su derecho de territorio.
Los pueblos indígenas, su territorio y sus saberes ancestrales no pueden seguir siendo víctimas del menoscabo cultural, se les ve como “folklore al igual que sus saberes en los diálogos climáticos, reduciéndolos así a una caricatura, una imagen superflua, una cáscara de lo que constituye en realidad un cúmulo de conocimientos, prácticas y tradiciones que son expresión y vida de una profunda cosmovisión”, tal como lo señala el telégrafo diario digital del Ecuador.
Los pueblos indígenas comprenden que no es sencillo desde el mundo occidental tratar de comprender qué son los saberes ancestrales, ya que para ello se debe pasar por un proceso de “descolonización del pensamiento”, esto permitirá comprender que los saberes ancestrales son la expresión de una cosmovisión, profunda y compleja, que dista mucho de la concepción del mundo occidental; la verdadera comprensión de los saberes ancestrales surgen desde la vivencia de esa cosmovisión, en la que la intuición y el sentir se entrelazan con el pensamiento para generar el conocimiento del mundo.
Aquí puede ver la grabación del evento:
Ejemplos vivos de los saberes ancestrales en Mesoamérica
El sistema K’ax Kol’ del pueblo maya K’iche’ en el Altiplano de Guatemala
El K’ax K’ol’, significa servicio comunitario en el territorio, que implica que mujeres y hombres deben brindar un aporte en el cuidado de los bosques al cumplir la mayoría de edad en la comunidad y del municipio al que pertenecen. Este servicio comunitario consiste en hacer patrullajes en los linderos del territorio, monitoreo y prevención de la tala ilegal, incendios forestales, plagas y enfermedades. También se debe aportar en la restauración de los bosques degradados a través del establecimiento de viveros forestales de semillas nativas y su reforestación utilizando los conocimientos ancestrales de acuerdo al ciclo lunar.
Esta práctica milenaria en el pueblo K’iche’ es una relación de mutualismo entre el ser humano y la madre naturaleza, porque el ser humano recibe de los sagrados bosques servicios como el agua, oxígeno, leña, plantas medicinales, alimentos, recreación, entre otros. Este sistema ha funcionado por siglos, porque además, las decisiones son consensuadas en comunidad, por ejemplo, al momento de hacer un aprovechamiento forestal.
Es importante resaltar que el K’ax K’ol’, dentro de la gobernanza territorial es; obligatoria y ad honorem, pero brinda beneficios para el bien común y reduce la degradación del medio ambiente.
Nainu, una alternativa alimentaria milenaria del pueblo Guna
Desde sus orígenes la agricultura dule tiene base familiar, como lo demuestra el sistema agroforestal de nainu (Castillo, 2013). La agricultura familiar es un sistema que tiene una estrecha relación con el ambiente, la cultura, la comunidad y se practica para obtener la producción de alimentos para la familia.
Su esencia es nativa, indígena y campesina, porque parte de una relación armoniosa con el ambiente – Nabgwana (Madre Tierra). En este sentido el sistema agroforestal de nainu implica un número de características sobre la sociedad y la producción que van mucho más allá de los límites del nainu, es una práctica agroecológica, antigua como los orígenes de la agricultura (Altieri, 1999).
El pueblo Dule, divide visualmente en tres partes su territorio, 1. En Bosque primario, que es el área boscosa intacta; 2. El Bosque Secundario, donde se realizan prácticas de uso y aprovechamiento controlado; 3. El Bosque Nainu, es el área cercana a la casa o cerca de la comunidad. Cada una de esta área cumple una función esencial en la subsistencia del territorio.
El Bosque o sistema Nainu, consiste en un bosque joven combinado con árboles frutales, plantas agrícolas, medicinales y animales de patio. Es importante resaltar que en este sistema, las áreas de cultivo cumplen con un ciclo rotativo del uso de la tierra, cuando una parcela ya fue utilizada, se le deja descansar unos años para que se regeneren los nutrientes propios de la tierra. “Cuando cortamos un árbol o una planta, le pedimos permiso a la madre tierra y a la planta, de esta forma la planta o él árbol cumple con su función bondadosamente, porque tenemos su permiso para su uso. En nuestra cultura los árboles, la tierra y las plantas son seres con vida” enfatiza Giuseppe Villalaz, interlocutor cultural del Pueblo Guna.
El sistema de NAINU, es una práctica ancestral del pueblo Dule, que le permite a la población producir diversidad de alimentos, en armonía con los bosques y la tierra, y al mismo tiempo conservando esta riqueza natural aún viva. Esto es lo que se debe entender por sostenibilidad, y no destruirlos para obtener combustibles y modificarlos genéticamente. Desde este contexto integral de la agroecología dule, se aporta a la reducción de los impactos del cambio climático, es un ejemplo de resiliencia y de adaptación al cambio climático basado en ecosistemas, comunidades y la agricultura.